El año 2004 se citó por
primera vez a Eichhornia crassipes en el río Guadiana a su paso por la
provincia de Badajoz. Desde entonces la situación de esta planta en Extremadura
ha evolucionado alcanzando una situación más que preocupante en la actual.
En un artículo publicado en el
diario HOY el pasado 28-1-2016 los profesores de la Universidad de Extremadura
Trinidad Ruiz Téllez y Pedro Brufao Curiel nos presentan un análisis de la
grave amenaza de esta invasión. Se trata de un texto más que necesario para
presentar la verdadera situación de este gran problema y la necesidad de no
decaer en la lucha contra esta planta.
En la siguiente dirección
tenéis la noticia pero os dejamos también el texto a continuación:
El jacinto de agua o
camalote ('Eichhornia crassipes') es una planta acuática originaria del Brasil,
que comenzó a ser muy utilizada en los EE. UU. en el siglo XIX por su capacidad
para depurar las aguas y por su valor ornamental. Al poco tiempo de difundir su
uso, comenzó a constatarse su carácter invasor, siendo hoy en día especialmente
problemático en las zonas tropicales de Asia, África y América, sobre todo en
los países más empobrecidos.
Esta planta es capaz
de reproducirse a mayor velocidad que el resto de vegetales que comparten su
hábitat y termina eliminándolos. Posee una genética que ha hace doblar su peso,
longitud y tamaño en breve tiempo, con unas tasas de multiplicación que son más
propias de una bacteria o un hongo que de una planta superior, siendo capaz de
doblar su biomasa en un mes. Así, cuando coloniza el cauce o canales de riego
los tapona y puede llegar a impedir físicamente la navegación o la pesca.
Cuenta además con diferentes modos de multiplicarse, todos ellos muy eficaces y
complementarios, lo cual hace que su crecimiento en condiciones óptimas de
temperatura, nutrientes y escasa o nul a velocidad del agua, factores que se
dan perfectamente en el Guadiana, se dispare en cuanto no se controlan los
restos de plantas de otros años que hayan quedado entre los cañaverales y las
orillas del río. Sus semillas, que permanecen en el suelo donde se arrojen, son
viables durante 20 años. La cuenca del Guadiana, cuyas características
ecológicas y ciclo hidrológico natural han desaparecido totalmente por el
regadío, es ahora un excelente hábitat artificial para esta planta invasora,
que ocupa el cauce y pone en serios aprietos el objetivo de lograr el buen
estado ecológico de las aguas superficiales impuesto por la Directiva Marco del
Agua de la UE. A todo esto se le añade riesgo de entrar en los arrozales,
canales de riego e infraestructuras hidráulicas de las Vegas del Guadiana, lo
que causaría aún más graves perjuicios económicos.
El crecimiento masivo
de 2005 ha vuelto a ocurrir el año pasado. La Confederación Hidrográfica del
Guadiana realiza su extracción en otoño e invierno, habiendo depositado en las
riberas miles de toneladas de biomasa de camalote, sesenta mil en 2015 y
cuatrocientas veinte mil desde que se inició la plaga hace más de una década.
Estas cantidades se habrían reducido a la centésima parte si se hubiesen
realizado las extracciones en primavera temprana (febrero, marzo), sin dejar
que la planta creciera tranquila y exponencialmente durante todo el verano,
alcanzando la orilla contraria, floreciendo y fructificado con profusión. Así
se expuso en los informes científicos de la Universidad de Extremadura desde el
principio.
La factura para el
contribuyente supera ya los 24 millones de euros y corremos el riesgo de que se
cree y asiente una «economía del camalote» que, con dinero público y privado,
trate de perpetuarse, a pesar de los exigentes criterios del vigente Real Decreto
630/2013 de especies exóticas e invasoras. Esta norma impide que el camalote
pueda ser objeto de comercio, por lo que no tienen acogida en nuestro Derecho
aquellas propuestas que pretenden su aprovechamiento industrial, dado que
supondría un inmejorable incentivo para su expansión, siendo muy claro su
texto: La inclusión de una especie en el catálogo de este reglamento «conlleva
la prohibición genérica de su posesión, transporte, tráfico y comercio de
ejemplares vivos o muertos, de sus restos o propágulos, incluyendo el comercio
exterior» (art. 7)
A ello se le suma la
inminente inclusión del camalote en la «lista de especies exóticas invasoras
consideradas preocupantes para la UE» creada por el Reglamento europeo
1143/2014, de 22 de octubre, por el cual «se impide a las especies de esta
lista introducirse en el territorio de la Unión, incluida la prohibición de
tránsito bajo supervisión aduanera; mantenerse, ni siquiera en espacios
contenidos; criarse, aunque sea en espacios contenidos; transportarse ni a la
Unión, ni desde esta, ni dentro de esta, exceptuando el transporte de especies
hasta instalaciones para su erradicación; introducirse en el mercado;
utilizarse o intercambiarse; ponerse en situación de poder reproducirse,
criarse o cultivarse, tampoco en espacios contenidos; ni liberarse en el medio
ambiente», siendo obligación de los Estados miembros la adopción de «todas las
medidas necesarias para prevenir la introducción o propagación no intencionada
de especies exóticas invasoras preocupantes para la Unión, incluida, en su
caso, la introducción o propagación por negligencia grave» (art. 7).
Toda actuación sobre el
camalote en el Guadiana, en consecuencia, ha de ir encaminada a un control
rígido, con vistas a su erradicación. Aquí en Badajoz es posible. Sin embargo,
no es de recibo la comparación con los países subsaharianos donde la plaga,
lógicamente, no ha podido erradicarse, ni el ejemplo de Estados Unidos, donde
la legislación ambiental es mucho más laxa que en la Unión Europea, habiéndose
empleado esta planta durante décadas en multitud de depuradoras de aguas. En
Extremadura, la ya famosa frase «el camalote ha venido para quedarse»,
enunciada simplemente con intención pedagógica en su día, ha de estimular en
nosotros la lógica preocupación y la búsqueda de resultados, pero no la
resignación.
Por tanto, por los daños
ya ocasionados y ante la grave amenaza que supone, toda actuación sobre esta
peligrosa planta invasora ha de ir encaminada sin excepción a su erradicación y
control, gestionando la cuenca del Guadiana según el ciclo hidrológico natural,
restaurando el hábitat fluvial y aplicando la mejor ciencia y técnica disponible,
siempre de la mano de la Ley.
¿Es posible que nadie haga nada?
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